Una perspectiva del fundador y director ejecutivo
Durante la última década, hemos sido testigos de una tendencia inquietante: la violación de las libertades individuales, en particular la libertad de expresión. Los gobiernos y las organizaciones, en su afán por combatir odiar , han llegado a presionar a las empresas de redes sociales para que eliminen las publicaciones que consideran ofensivas. Esta práctica, por muy bien intencionada que sea, suscita importantes preocupaciones sobre la preservación de uno de nuestros derechos más preciados. Para echar más leña a este fuego, los anunciantes han ejercido una presión considerable sobre estas plataformas como parte de sus iniciativas de seguridad de marca, lo que ha acelerado aún más el ataque a la libertad de expresión. ¿Existe una alternativa más lógica a este enfoque de mano dura?
Imagine un escenario en el que, en lugar de censurar el discurso, permitimos que las personas expresen sus puntos de vista libremente y usen estas expresiones para evaluar su carácter y su idoneidad para desempeñar funciones dentro de las organizaciones. Este método respeta la libertad de expresión y, al mismo tiempo, proporciona una solución pragmática a los desafíos de mantener un lugar de trabajo cohesionado y alineado con los valores. Ofrece un equilibrio entre la libertad y la responsabilidad, un equilibrio que beneficia tanto a las organizaciones contratantes como a la sociedad en general, especialmente en una era de polarización extrema.
En la era moderna, caracterizada por la interconexión digital y la comunicación instantánea, las palabras que compartimos en línea son imborrables. Las plataformas de redes sociales se han convertido en escenarios donde las creencias y opiniones personales se transmiten a una audiencia global. Los gobiernos han respondido a este fenómeno con una intervención cada vez mayor, a menudo justificando sus acciones considerándolas necesarias para frenarlo odiar hablar y prevenir la discordia social. Sin embargo, tales medidas corren el riesgo de sobrepasar los límites de la censura e infringir las libertades individuales.
Un enfoque más razonable está en manos de las organizaciones privadas que tienen un interés legítimo en evaluar las expresiones públicas de los posibles empleados. Cuando las personas solicitan puestos o simplemente quieren convertirse en portavoces de una marca, su actividad pública en las redes sociales puede proporcionar información valiosa sobre sus valores, actitudes y compatibilidad con la cultura de la empresa. No se trata de controlar las ideas ni de exigir la conformidad; más bien, se trata de garantizar que quienes representan a la marca estén alineados con sus valores fundamentales.
Este enfoque tiene varias ventajas. En primer lugar, permite preservar la libertad de expresión. Las personas conservan el derecho a expresar sus puntos de vista, por controvertidos que sean. En segundo lugar, permite a las organizaciones tomar decisiones informadas sobre las personas a las que incorporan. Los cargos públicos de un candidato pueden revelar si posee las cualidades que se alinean con la misión y los valores de la empresa, fomentando así un entorno de trabajo más armonioso y productivo.
Además, este método contribuye positivamente a la sociedad al promover la rendición de cuentas. En una era de polarización extrema, en la que la retórica divisiva suele dominar el discurso público, es beneficioso alentar a las personas a considerar las posibles consecuencias de sus palabras. Cuando las personas comprenden que sus declaraciones públicas pueden influir en sus oportunidades profesionales, pueden estar más inclinadas a entablar una comunicación respetuosa y constructiva.
En esencia, este enfoque refleja la tendencia humana natural a formar comunidades basadas en valores compartidos y respeto mutuo. Del mismo modo que elegimos amigos que reflejen nuestras creencias y principios, las empresas tienen el derecho de seleccionar empleados que representen su ética. No se trata de una restricción de la libertad, sino de una reflexión profunda sobre la mejor manera de integrar la expresión individual en el marco colectivo de una organización.
Este método respeta los fundamentos históricos de la libertad individual y, al mismo tiempo, se adapta a las complejidades del mundo moderno. Reconoce la importancia de la libertad de expresión al tiempo que reconoce la necesidad de un discurso responsable. Al evaluar las expresiones públicas como parte del proceso de contratación, podemos crear una sociedad que valore tanto la libertad individual como la armonía colectiva.
En conclusión, mientras afrontamos los desafíos de nuestra era polarizada, debemos buscar soluciones que defiendan nuestros derechos fundamentales sin sacrificar el bien común. La evaluación de las declaraciones públicas de los posibles empleados ofrece un enfoque equilibrado y razonable, que preserva la libertad de expresión y, al mismo tiempo, garantiza que las organizaciones y la sociedad prosperen en unidad.